In memoriam
Le conocíamos como Antonio el Cartero. Pero fue mucho más que eso. Ya jubilado de ese oficio, y con muchos años encima, Antonio Ortiz García-Gasco fue monje de la Inquisición, paisano corraleño en época napoleónica, caballero de la Orden de Santiago y todo aquello que fuera necesario en los actos que organizaba la Asociación. Siempre colaborador, siempre con la sonrisa en la boca y siempre dispuesto a hacer lo que hiciera falta para que las cosas funcionasen. Y a cualquier hora. Era, sin duda, el mejor miembro posible para cualquier tipo de asociación, de los que no quieren cargos y no esperan recompensas. De los que resultan imprescindibles.
No se arrugaba ante los encargos y era capaz de hacer de todo. En la bodega de Pinuaga cocinaba de vez en cuando para grupos de extranjeros a los que encandilaba aunque no entendieran una palabra de lo que decía. Se le veía por las calles del pueblo a menudo y disfrutaba como nadie de toda clase de fiestas, religiosas o no. Estaba feliz y contento de vivir donde vivía, quizá porque tuvo que pasar muchos años destinado en un pueblo de la provincia de Segovia. Y por ello disfrutó plenamente al regresar a su pueblo.
No solo fue el mejor asociado, sino un buen vecino y una magnífica persona. De esas que me alegro mucho de haber conocido. Descanse en paz.
Jesús Martín