"Tenía la suerte D. Bernardo Collado de haber nacido en la familia más rica y poderosa de la villa, por lo que desde muy pequeño fue consciente de la facilidad que su condición de rico hidalgo imprimía en todo aquello que deseaba. Y a partir de cierta edad, lo que comenzó a desear, con cierta desazón por cierto, fue el cuerpo de las lustrosas aldeanas corraleñas que, cual bellas y rollizas ninfas, aparecían ante sus ojos como jugosos manjares difíciles de degustar, pero quizás por ello más codiciadas aún. Y es que, mientras a otros hidalgos les dio por las armas, los caballos, la vanidad y la ostentación, a Don Bernardo lo que verdaderamente le interesaba era el sexo.
No tardó nuestro personaje en comprobar que su dinero le podía proporcionar, sin mayor problema, ese placer que tanto anhelaba y que, dicho sea de paso, le pareció poco menos que cercano a lo divino. Y una vez probada la fruta y encontrada deliciosa, muy difícil resultaba no volver a probarla o incluso aficionarse a su consumo. Y esto parece ser que fue lo ocurrido con D. Bernardo y también la principal fuente de sus problemas, pues pronto comprendió que si bien lo de pagar por obtener placer no estaba nada mal, sobre todo porque se lo podía permitir, lo que verdaderamente le atraía y llenaba de orgullo, era conquistar él mismo, mediante largo proceso de cortejo, a las ingenuas doncellas. Y como era quien era y le acompañaba la carta de presentación de la familia Collado, nuestro particular Casanova fue escalando puestos en sus ambiciones, lanzándose ya sin pudor alguno hacia la conquista de las protegidas féminas de noble estirpe, que interpretaban los acercamientos como futuros compromisos matrimoniales, sin percatarse de que D. Bernardo lo que codiciaba en realidad era algo menos prosaico"...
Si quieres saber cómo continúa este relato, lo encontrarás en el libro Grandezas y Bajezas de la aristocracia corraleña del Siglo XVI.
Autor: Rufino Rojo. Editorial: Círculo Rojo. Corral de Almaguer 2012.